Carlos Fonseca perdura por su ejemplo y sus ideas

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Correo, sept.-oct. 2009

 

El año en que nació Carlos Fonseca, Estados Unidos fundó la dinastía somocista. En aquél 1936, el 23 de junio, la cocinera de origen campesino Agustina Fonseca parió al primero de sus seis hijos en el barrio El Laborío de Matagalpa, fruto de un furtivo romance con Fausto Amador, el contador de una mina de propiedad norteamericana.

Ciento sesenta y ocho días después, Anastasio Somoza García se hizo del poder político mediante un amañado proceso electoral celebrado el 8 de diciembre, en el cual no tuvo rival. El Consejo Nacional de Elecciones lo ungió como presidente, con 109,597 votos y solo 169 personas se atrevieron a votar por dos partidos que aparecían en las boletas pero cuyos candidatos se habían retirado de la competencia, una vez que supieron a quien había apadrinado la embajada norteamericana.

Veinte años después, el poeta Rigoberto López Pérez hizo justicia y acabó con el asesino del General Augusto C. Sandino. En su ensayo “El Principio del Fin de la Dictadura”, publicado en Cuba en 1972, Fonseca describió al justiciero como “un gigante ético; es el hombre justo, cumplidor del deber”. Carlos recuerda que “solo dos años después de 1956, empuñan de nuevo el fusil guerrillero supervivientes veteranos del ejercito de Sandino, encabezados por el anciano Ramón Raudales, patriarca de blanca barba que cae abatido en su querida montaña segoviana. Y cinco años mas tarde de la acción del 21 de septiembre, se integra la fuerza revolucionaria que procede a denominarse Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), que conquista con las armas la vanguardia del combate popular de Nicaragua”.

 A lo largo de 1961, Carlos fundó el Frente Sandinista de Liberación Nacional, junto al coronel Santos López, Fernando Gordillo, Germán Pomares, Silvio Mayorga, Jorge Navarro, José Benito Escobar, Carlos Reyna, Enrique Lorente, Faustino Ruiz, Francisco Buitrago, Iván Sánchez, Tomás Borge, Rigoberto Lopez Cruz, Oscar Benavides, Germán Gaitán, Bayardo Altamirano, entre otros jovencitos de la época, Un año antes de la fundación del FSLN, el 1 de marzo de 1960, Carlos escribe un documento poco conocido llamado “Breve análisis de la lucha popular nicaragüense contra la dictadura de Somoza”, cuya esencia esboza casi con exactitud matemática, lo que sería la estrategia de la fuerzas revolucionarias para derrocar a la Dictadura Somocista: lucha armada, ejército guerrillero, huelga general, insurrección popular. En aquél momento, Carlos sólo tenía 24 años.

Estos son extractos de aquél documento:

 La Juventud es la protagonista

La insurrección popular armada es la médula de la lucha contra la dictadura. La lucha, de acuerdo con las circunstancias geográficas de nuestro país y de la gran fuerza material del ejército de la dictadura, tendrá que ser de tipo guerrillero, tipo que tantas victorias produjo al glorioso general Augusto César Sandino, cuando combatía en Las Segovias contra la infantería de marina de Estados Unidos de Norteamérica.

La lucha sandinista en definitiva demostró que nuestro pueblo puede librar victoriosas batallas contra enemigos muy poderosos materialmente. Es evidente que deberán ser superadas toda una serie de deficiencias de tipo político y militar que en las acciones del último intenso año se han padecido. Este es un asunto que merece estudio especial.

Hay un problema que se debe señalar aquí y es que la unidad es necesariamente fundamental para el progreso de la insurrección. Sobre la unidad hay que aclarar muchos puntos para que se llegue al convencimiento de que no es una cuestión formal y pasiva, sino todo lo contrario un factor vivo, esencialmente dinámico. Incluso podemos decir que la unidad sin acción no es unidad, sino grotesca caricatura de la unidad.

En su lucha, el Ejercito Defensor del Pueblo Nicaragüense deberá contar con el auxilio del Frente Interno de la Resistencia El FIR deberá instruir al pueblo, en forma clandestina, acerca de los objetivos de la lucha. El FIR deberá emplear métodos clandestinos y secretos de lucha, al margen de las leyes reaccionarias de la dictadura.

La importancia del FIR es grandísima aun en el caso de que la guerra contra la dictadura no fuese demasiado prolongada. La lucha será larga, hasta lograr el control político de la totalidad del país.

En ese lapso el FIR preparará las condiciones para que pueda declararse la huelga popular de brazos caídos, que será el golpe final y definitivo que marcará el derrumbe del aparato de la dictadura. La huelga, al mismo tiempo, liquidará toda maniobra tendente a mediatizar la revolución y permitirá que el poder sea asumido por el Ejercito Revolucionario, que vendrá a ser, como dijera el patriota de la independencia cubana Antonio Maceo, “el pueblo uniformado”.

 Anteriormente ya quedó expresado el importante papel que puede jugar en el conjunto de la lucha revolucionaria la actividad legal de determinadas organizaciones y personalidades.

La juventud del pueblo nicaragüense siente y comprende que es la más vinculada al triunfo de la lucha contra la dictadura. Siente que lo que se decide en esta contienda es el futuro de Nicaragua y que el futuro pertenece a la juventud. Es por eso que la juventud nicaragüense, que ansia un porvenir de libertad y progreso, combatirá a la dictadura sin regatear sacrificios ni esfuerzos. En estos momentos la juventud nicaragüense funde sus anhelos en el lema glorioso de Augusto César Sandino: Libertad o muerte.

Después de la espectacular acción guerrillera del 27 de diciembre de 1974, encabezada por Eduardo Contreras y Germán Pomares, el FSLN vivía una agitada discusión interna. El “Asalto a la Casa de Chema Castillo”, como se conoce aquella acción –que retuvo durante tres días a docenas de funcionarios somocistas en la vivienda del ministro de agricultura de la dictadura– catapultó al FSLN como alternativa de poder, liberó a 14 de sus dirigentes (entre ellos Daniel Ortega, Lenín Cerna y Jacinto Suárez) y obligó a Somoza a difundir en cadena de radio y televisión el rosario de denuncias de la bestial represión que sufrían los campesinos del norte del país.

La victoria sandinista, con sus fotografías de los 14 muchachos y muchachas vestidos de verde olivo y sus rostros cubiertos por pañoletas rojinegras, despertó la admiración de la juventud nicaragüense de todas las clases sociales. Centenares de jóvenes se incorporaron a las filas guerrilleras, en el campo y la ciudad, y la pequeña estructura clandestina del FSLN apenas pudo absorberlos.

A partir de 1975, la organización guerrillera vive una intensa discusión interna, en la cual no siempre hubo la madurez suficiente para armonizar las contradicciones sobre la estrategia y la táctica adecuadas para continuar la lucha revolucionaria. Carlos Fonseca, que fungía como Secretario General, estaba en Cuba, y hasta La Habana llegaron docenas de cartas y comunicados en donde unos y otros se acusaban y se descalificaban entre sí. Algunos hasta cuestionaban la autoridad de su máximo dirigente.

A pesar de que estaba físicamente imposibilitado de afrontar la dura vida guerrillera, debido a su aguda miopía, Fonseca decide retornar clandestinamente a las montañas segovianas. A finales de 1975, poco antes de ingresar al territorio nicaragüense a través de Honduras, Fonseca escribió sus reflexiones “Sobre algunos de los problemas que en la actualidad tiene ante sí nuestra organización, el Frente Sandinista”, que tituló  “Síntesis de algunos problemas actuales”, reproducidas en 1981 en el libro “Bajo la bandera del sandinismo”, de la Editorial Nueva Nicaragua, de acuerdo a una copia mecanográfica hasta ese momento inédita. Un año después de escribir ese documento, el 8 de noviembre de 1976, Carlos Fonseca cae en combate en las selvas de Zinica.

Estas son algunas de esas reflexiones:

Nuestra superioridad moral

Es conveniente prestar mayor atención aun, a una de las particularidades de la situación concreta en que nos corresponde combatir. Esto se refiere a la descomunal superioridad moral que nos favorece, a la descomunal superioridad de la justeza de la causa que nos toca defender.

Es de sobra conocido que en toda sociedad dividida en clases se da una lucha en que la razón está de parte de los explotados, mientras que los explotadores carecen de ella. Sin embargo, la evidencia de tal razón varía de una situación a otra. Compárense por ejemplo los casos de Suecia, Venezuela, Perú, con el de Nicaragua. En el cuadro de tal diferencia entre la causa que nos toca defender a nosotros y la que le toca defender a la fuerza enemiga, se presenta el contraste entre la alta combatividad de nuestro destacamento y la putrefacción de la fuerza somocista. Es tal superioridad la que explica que el enemigo, pese a que ha utilizado todos los medios de que ha dispuesto, no ha podido liquidar la fuerza popular en el curso de más de cuarenta años de represión, igualmente, ha sido incapaz de detener el crecimiento de la fuerza popular con las persecuciones que se intensifican año tras año desde 1956 hasta el año actual, y que han tenido particular relieve en Yaule, El Chaparral, El Dorado, Río Poteca, Río San Juan, Río Coco, Río Bocay, Pancasán, Zinica, Boca de Piedra, Las Delicias del Volga, barrio El Redentor, Nandaime, El Sauce, etcétera. Hay que remitirse a esta superioridad moral, probada hasta la reiteración previamente, para comprender cómo el 27 de diciembre de 1974, una escuadra de doce hombres precariamente armados, reduce a la impotencia al enemigo somocista que dispone de gran poder económico y de un poder militar que incluye miles de hombres, cañones, tanques, aviones, etcétera.

Es la particular superioridad moral que nos favorece, lo que explica que en el exterior círculos políticos hostiles a la lucha armada revolucionaria en otros lugares, no rechacen de plano o muestren cierto grado de aprobación a la lucha que sostiene el Frente Sandinista. En tal sentido ha sido la actitud de órganos de prensa como El Día de México, The New York Times, La Nación de Costa Rica, algún periódico gubernamental de uatemala. Por supuesto que no estamos olvidando la demagogia que se da en esas actitudes, que por otro lado se manifiestan sólo en determinados momentos y no de manera permanente. Lo que se quiere decir con todo esto es el interés de tener presente siempre en nuestra actividad, en la debida medida, la especial superioridad de la causa de Sandino sobre la causa de Somoza.

Con lo dicho queda claro el aislamiento de Somoza en el panorama de las fuerzas internacionales.

Naturalmente que hay que distinguir que no ocurre lo mismo con relación a la oposición o seudooposición burguesa, a lo que tiene que contribuir la demostración por nuestra parte de los nexos de tal sector con la camarilla de Somoza, especialmente el enriquecimiento que han alcanzado bajo el dominio del régimen somocista. Más adelante volveremos de nuevo en relación con el punto presente.

Radical y radicalismo

A todos los militantes de la organización, plenamente identificados con las tradiciones del Frente Sandinista, nos preocupa la necesidad de la más completa materialización de los factores que habrán de garantizar que nuestro destacamento esté en condiciones de conducir el proceso hacia la más profunda transformación de la sociedad nicaragüense.

No hace falta explicar lo justo de esta inquietud de la militancia. Sin embargo, hace falta aclarar y superar toda una serie de confusiones que están vinculadas a esta inquietud. En primer lugar es preciso señalar que es unánime el deseo de que nuestro destacamento sea un destacamento radical estricta disciplina, audacia en la acción, primordial la defensa de los más explotados. Empero, debemos encontrar la diferencia esencial entre lo radical y el radicalismo, siendo este último solamente una mera caricatura de lo primero. El recto estilo radical, al mismo tiempo que aspira a los máximos objetivos, sabe combinar esto con el cumplimiento de toda una serie de tareas inmediatas. Por su lado el radicalismo, que es estéril como método, se inclina solo por lo máximo, renunciando a la actividad intermedia, que muchas veces es ineludible para alcanzar lo máximo; de modo que si se renuncia como regla a lo intermedio, lo que ocurre es que tampoco se llega a lo máximo. Viene al caso hacer alusión a la infinidad de ejemplos que demuestran que el radicalismo conduce al conservadurismo, la explicación no es complicada el cúmulo de ilusiones infundadas, son necesariamente desvirtuadas por la realidad, por la practica, de modo que de un aparente super-optimismo se pasa a un real pesimismo.

La “frase revolucionaria”

Declamar el nombre del socialismo y el título de las más conocidas teorías revolucionarias, no garantizan la profundidad de las transformaciones que nos proponemos. En una palabra la fraseología revolucionaria no garantiza la profundidad del cambio, y más bien al contrario, puede dificultarlo y hasta impedirlo, al implicar toda una vía equivocada.

Podemos encontrar palabras en nuestro vocabulario histórico tradicional y en la propia riqueza del idioma, para dar la imagen del carácter radical de nuestro proceso, sin necesidad de apelar a los más conocidos clisés.

 A veces se afirma, para justificar la ostentación de las frases revolucionarias, que la experiencia cubana no permite ya sorprender al imperialismo. A esto hay que responder que tal premisa no autoriza para provocar al enemigo. Esta misma respuesta va implícita en los ejemplos de Vietnam del Sur, Laos, Cambodia, e incluso también en Corea del Sur. En tales lugares se abstienen de declarar su vinculación a una teoría determinada, y lo mismo con relación al objetivo socialista. Esto no se opone a que se utilice un lenguaje para dirigirnos a la militancia de vanguardia, y otro para dirigirnos a las amplias masas populares. Este asunto tiene que ver también con la necesidad de medir en su adecuada proporción toda una serie de prejuicios reaccionarios que el enemigo está en condiciones de inculcar al pueblo.

Debemos perfeccionar un estilo propio para agudizar de acuerdo a las condiciones concretas del país la lucha de los explotados contra los explotadores, de los obreros contra la burguesía. Es conveniente reflexionar en relación con la inmensa carga socialista que contiene la denuncia del enriquecimiento ilícito de la familia Somoza, lo mismo que el mayor enriquecimiento de la seudooposicion burguesa al amparo del régimen somocista. Se da el caso que a nosotros no nos corresponde descubrir las leyes universales que conducen a la transformación de la sociedad capitalista en una sociedad de hombres libres; nuestro modesto papel es el de aplicar esas leyes ya descubiertas a la situación de nuestro país. ¿Quiere decir esto que han sido erróneas las referencias que se han hecho en el pasado a la teoría marxista y la mención del término socialismo? No, no ha sido erróneo, ya que en toda una fase ha sido necesario educar a promociones de militantes en el espíritu de las ideas proletarias, lo que garantiza una tradición de ese tipo en el tiempo que queda por delante. Aunque hay que señalar también, que en la medida en que lo ha permitido la madurez de los cuadros, el Frente Sandinista siempre se preocupó por buscar un estilo propio para dirigir a las masas en la lucha por el cambio revolucionario.

Podemos agregar a lo expresado en el presente punto, que lo importante no es declamar frases de los grandes revolucionarios universales, sino aplicar en la realidad con creatividad sus enseñanzas. En todo caso esos revolucionarios no han legado meras frases, sino toda una acción creadora. Es útil conocer detalladamente el peligro que ha significado el radicalismo y lo necesario que ha sido derrotarlo en las grandes experiencias históricas.

(…) No queremos terminar el presente punto sin referirnos a la conveniencia de buscar en los representativos de la cultura nacional del pasado, las expresiones patrióticas y contra la explotación, y difundir con amplitud tales citas. Esas referencias sí prestigian el lenguaje más radical.

Penetración antipopular

En la fase actual es más evidente que nunca el estrepitoso fracaso del enemigo en el  propósito de destruir al Frente Sandinista. Este progreso en el desarrollo de nuestra fuerza nos obliga a prestarle atención a otros peligros que se presentan. Al mismo tiempo que el enemigo no descansará en el afán de reprimirnos, en mayor medida que antes hará uso de la astucia. Y al decir esto último no nos referimos propiamente a las medidas que ha de tomar Somoza, sino el conjunto de la clase enemiga, incluido el propio imperialismo. No se necesita mucha perspicacia para adivinar que el enemigo tratará de penetrar la organización, nuestras filas mismas, a través de personas que pueden hacerse pasar por sandinistas, para más adelante provocar escisiones mediante grupos de sandinistas “democráticos”.

Indicios de tal posibilidad y peligro se ve en la pose del señor P.J. Chamorro, quien en su oficina se atreve a ostentar la imagen de Sandino. Nos estamos, pues, refiriendo a un peligro proveniente de la margen derecha del proceso. Este peligro exige el mayor rigor en el reclutamiento de nuevos miembros, teniendo en cuenta de manera estricta la procedencia social, es decir, que provengan de las clases explotadas. Cualquiera diría que nos estamos refiriendo a un lugar demasiado común en los elementos de la organización revolucionaria; pero ocurre que a veces se habla de que basta con tomar en cuenta en la persona su disposición de participar en la lucha, y que no tiene por qué valorarse si la persona procede de uno u otro sector social.

En este aspecto, así como en muchos otros, tenemos que aprender humildemente, y dejar a un lado la pretensión de inventar, de las ricas experiencias mundiales que estamos obligados a conocer aunque sea de manera rudimentaria, de no ser posible un conocimiento mayor. Al mismo tiempo que debe velarse porque en las filas del Frente Sandinista predominen los miembros provenientes del pueblo explotado, hay que considerar una seria asimilación de los principios revolucionarios que guían nuestra actividad. Al señalar que debemos evitar la simple “frase revolucionaria”, tenemos que acompañar esto de una profunda identificación con los principios revolucionarios. Es natural que esta asimilación sí a mayor en las personas que desde edad temprana se vinculan a la lucha, lo que permite que su personalidad se forme en el molde de los principios revolucionarios. Con esto se indica la importancia que tiene en las condiciones de nuestro país la joven edad de quienes ingresan a la organización. Todo esto que estamos diciendo nos permite considerar la cuestión de no preocuparnos solamente por la simple penetración de vulgares delatores en las filas, sino también de ejercer vigilancia ante el peligro de la infiltración ideológica o de tipo político. Esto también hace ver la importancia de no descuidar nunca la educación política de miembros, simpatizantes, colaboradores y afiliados. No importa que muchas veces tal educación sea demasiado elemental.

Lo más grave es que se den situaciones en que no exista ningún tipo de educación política. Esta educación contribuirá en mucho a salirle al paso con éxito a las maniobras divisionistas que no será extraño que el enemigo ponga en práctica.

El seudoradicalismo

Por otro lado desde la margen izquierda del proceso nos amenaza como peligro el “radicalismo”, del cual ya hemos hablado algo. Igual que en toda una serie de actitudes erróneas, no debemos de cerrar los ojos ante la parte positiva, por ínfima que ésta sea, encubierta bajo tales actitudes erróneas.

En el caso del radicalismo hay que reconocer que en cierta medida refleja el celo por cuidar el ritmo de índole revolucionaria del proceso. Pero ocurre que tal ritmo se pretende sostener con medidas fáciles, que excluyen el trabajo paciente, la vinculación con las masas populares, la selección de las mejores personas inmersas y dispersas en el seno de la multitud. A quien comete errores hay que ayudarlo a superarse; en este sentido al que incurre en la desviación radicalista hay que reconocerle la dosis de preocupación a favor del contenido revolucionario del proceso, pero al mismo tiempo orientarlo respecto a las medidas que más eficazmente contribuirán a garantizar el auténtico contenido revolucionario del proceso: combinación de la teoría revolucionaria con la práctica concreta en que actuamos; estrecha vinculación con las masas populares; asimilación de la experiencia que se desprende de la práctica de nuestra fuerza combativa; crítica constructiva que permite la superación de las debilidades y errores; mayor esfuerzo en el conocimiento de los problemas nacionales, locales y parciales; homogeneidad ideológica en las filas de nuestro destacamento. Todo permitirá comprender que la garantía del contenido del proceso no depende de un hecho o de una frase aislada, es decir, que no se puede de un tajo resolver este importante problema de la actividad revolucionaria.

Ante la seudooposición burguesa

No es difícil observar el cuidado que en su actividad habitual ha tenido el Frente  Sandinista para salirle al paso al peligro que representa en la situación del país la pseudo-oposición burguesa.

Este cuidado se manifiesta en el contenido de los documentos que se exigió publicar al enemigo con motivo del combate del 27 de diciembre. Es evidente que en el futuro inmediato se hará necesario tomar medidas para desenmascarar a tal sector político. Esto no quiere decir que se debe hacer tabla rasa del cuidado que se ha tenido en el pasado. Es necesario que tengamos en cuenta las opiniones que sustenta nuestro pueblo, a fin de canalizarlas en todo lo positivo que sea posible.

Esto exige que ataquemos con plena razón, o sea que nos informemos de la mayor manera factible, a fin de que se comprenda mejor toda la razón que nos asiste, prefiriendo los datos convincentes sobre los calificativos subjetivos. (…)

Hay que tener en cuenta que debemos de disponer de medios para que tal propaganda cause un verdadero impacto en la población. Se trata de avanzar aún más en la liquidación de la influencia de la casta política tradicional. También se hace necesario demostrar con cifras, nombres, lugares, etcétera, los nexos de esos elementos con el imperialismo, nos referimos a los nexos políticos y económicos.

Ante la intervención imperialista

De la misma manera, nuestra organización en su pasado ha tenido cuidado en lo que se refiere a buscar el enfrentamiento tísico con las fuerzas norteamericanas en el país. Por supuesto que no ha sido una cuestión de evadir tal responsabilidad. Por una razón de sensatez elemental, se ha tenido en cuenta por nuestra parte la excesiva limitación de nuestra fuerza, lo que contribuiría a dificultar grandemente una lucha exitosa. Además se ha tenido en cuenta que la desocupación oficial del país por las fuerzas norteamericanas militares, constituye una conquista histórica de nuestro pueblo a raíz de la resistencia emprendida por el ejército popular de Sandino a la cabeza de la nación.

La cuidadosa actitud del Frente Sandinista debe ser tenida muy en cuenta para demostrar que no practicamos un antiimperialismo ciego, sino un antiimperialismo responsable, fiel continuador de la actitud adoptada por nuestros antepasados. En efecto, no ha sido un afán belicista lo que ha determinado las resistencias antiyanquis de 1855 a 1857, de 1909 a 1910, de 1912 y de 1926 a 1933. Ha sido el empecinamiento norteamericano lo que ha obligado a nuestro pueblo patriótico a emprender la lucha armada.

Hay que recordar que estuvo en manos de nuestra organización la suerte de un jefe de la misión militar norteamericana, pero nosotros no nos dejamos arrastrar por la simple oportunidad tísica, tomando correctamente en cuenta de manera principal la situación política. También hay que recordar las medidas que se contemplaron cuando se  expusieron algunas ideas en el tiempo previo al combate del 27 de diciembre. No se ha tratado de temor al imperialismo, sino de la preocupación de hacer ver a las masas y a la opinión pública la alta responsabilidad en los métodos de lucha del Frente Sandinista.

Seguramente en la nueva fase que esta en desarrollo será necesario golpear directamente contra los intereses norteamericanos en Nicaragua. Esta a la vista la creciente  intervención yanqui en el país, aunque eso no quiere decir que necesariamente llegarán al desembarco masivo de tropas, pero tampoco puede descartarse esa posibilidad. Por otro lado nosotros tampoco podemos estar esperando que se dé tal desembarco masivo, para proceder a actuar. El objetivo nuestro no es sólo impedir tal intervención, sino también frenarla, y en todo caso hacer fracasar los fines que se propone tal intervención.

Todo esto no quiere decir que debemos olvidar el cuidado, la reflexión con que el Frente Sandinista ha contemplado el enfrentamiento directo con el elemento yanqui. De modo que es necesario no escatimar los medios que permitan no sólo hacer ver que tenemos razón, sino que se vea en la mayor proporción posible la razón que nos asiste.

La copiosa experiencia nacional antiyanqui ofrece ejemplos tanto en lo negativo como en lo positivo.

No queremos dejar de señalar cierto aspecto poco conocido relativo al fusilamiento de los norteamericanos Cannon y Groce en 1909 en las postrimerías del gobierno de Zelaya. Todos sentimos legítimo orgullo al ver la energía con que las autoridades nacionales, en un paréntesis de patriotismo, responden por la hollada soberanía nacional. Sin embargo, es poco conocido el debate que surgió en los círculos antiimperialistas del país en relación con la corrección con que Zelaya tomó medidas contra la recrudecida intervención yanqui en Nicaragua.

Se sabe por lo menos de un documento suscrito en 1924 por Escolástico Lara, que después se identificó con la lucha de Sandino, y otras personas de espíritu patriótico y de origen popular. En tal documento, al mismo tiempo que se condena la intervención yanqui, se expresa desacuerdo con la forma en que fueron fusilados Cannon y Groce, señalándose que esto fue precipitado por parte de Zelaya, y que hubiera sido más ventajoso mantenerlos prisioneros por más tiempo, con lo que se hubiera encontrado en mejor posición para exigir el cese de la intervención en el país y al mismo tiempo  denunciar ante la opinión pública de Estados Unidos y demás países, la agresión norteamericana. Como es sabido, el fusilamiento de los norteamericanos mencionados fue utilizado como pretexto por el gobierno norteamericano para multiplicar la intervención en Nicaragua.

Consideramos de mucho interés detenerse a pensar en el problema que plantea el documento de Lara y demás, a que hacemos referencia.

Terror revolucionario

Otro rasgo que se ha dado en forma pronunciada en la actividad pasada del Frente Sandinista, es el cuidado con que se ha practicado el terror individual contra el enemigo. Ha predominado la preocupación por desarrollar la fuerza colectiva capaz de enfrentarse al principal instrumento represivo del enemigo la Guardia Nacional. Es útil detenerse a pensar el papel positivo que ha desempeñado esta línea en el desarrollo de la vinculación con las masas y la organización de éstas. Con lo que se ha expresado no se niega el papel que el terror revolucionario ha desempeñado en la montaña, especialmente en la tase más reciente.

Esto reflejaría que se ha hecho un uso flexible de tal terror, tomando en cuenta la diferencia de condiciones que se presentan en la montaña en comparación con el campo y la ciudad. A la hora de volverse necesario extender el terror revolucionario a otros puntos del país es importante no dejar a un lado la tradición de cuidado con que por lo general se ha abordado esta faceta de la acción sandinista.

Es importantísimo poner en primer plano la conveniencia política, en qué medida la acción de que se trata contribuirá al desarrollo fundamental de nuestra lucha. También es conveniente no perder de vista los antecedentes de terror revolucionario con la participación determinante de las masas populares, tal como ha acontecido en la montaña y en Lomas de Panecillo, en este último caso con la movilización de la comunidad de Sutiava. Insistimos en la importancia de ajusticiar con criterio político, ya que en muchos casos determinados elementos enemigos por sus fechorías merecen la muerte, pero el interés general del movimiento no permite hacer realidad tal muerte. Es importante alimentar la atmósfera que permite sentir que son las masas populares mismas las que de manera creciente se alzan contra la tiranía y que por consiguiente no se trata de la conjura de un grupo de personas. En lo que se trata de ajusticiamientos, igual que en otras esferas de nuestra actividad, tenemos que evitar la simple imitación de las experiencias de otros países.

Como siempre, es imprescindible nuestra situación concreta, y nuestros intereses concretos.

Nuestra unidad interna

Resultaría fructífero detenerse a reflexionar, en relación con la utilidad que de por sí ha traído al progreso del Frente Sandinista la unidad, que en lo fundamental ha predominado en la ya larga actividad que se ha desplegado desde el momento de la fundación.

Con esta afirmación no se pretende ocultar la necesaria discusión interna que ha  acompañado nuestra actividad, pero que al revés de otras experiencias no ha degenerado en estériles escisiones.

Esta unidad ha permitido una concentración de las energías, lo que ha facilitado quizás decisivamente el progreso del movimiento, hasta convertirse cada vez en mayor grado en la primera fuerza política del país.

Es necesario velar por la continuación y desarrollo de esta tradición unitaria, que es motivo de orgullo de los combatientes sandinistas.

Persuasión y no polémica

Naturalmente que la unidad no es opuesta a la existencia de un auténtico espíritu crítico en nuestras filas, por el contrario, tal espíritu de crítica constructiva le da consistencia mayor a la unidad y contribuye a su fortalecimiento y continuidad. Hay que entender que una crítica mal entendida que expone a la unidad pierde su sentido revolucionario y adquiere un carácter reaccionario. Es conveniente desarrollar el estilo de persuasión y no de polémica en nuestra forma de emprender la crítica. Darle énfasis a los propios puntos de vista no exige necesariamente adoptar una postura polémica. Tal vez ayude a respaldar esto que decimos, recordar que resulta anacrónica la extrema vehemencia que se dio en la discusión entre marxistas y bakuninistas, o entre bolcheviques y mencheviques, esa vehemencia extrema resultó justificada en una época en que se estaban descubriendo por primera vez las leyes que rigen el transito de la sociedad capitalista a la sociedad sin clases. A nosotros nos corresponde en nuestro espacio histórico poner en práctica, aplicar tales leyes ya descubiertas.

A veces sin faltar la buena fe se puede caer en la imitación del polemismo de los primeros revolucionarios, incluso esto es menos difícil que la búsqueda para acertar en la solución de los problemas generales. Por otra parte los excesos polemistas no pueden distraer energías que podrían rendir mayor provecho al atender toda una cantidad de problemas pendientes. En la discusión interna cada uno debería tener presente que lo que conviene a los intereses del movimiento, de la clase y de la nación, es convencer y no vencer a la otra parte. Estas son palabras que otros han dicho con motivo de otras situaciones, pero que nosotros pensamos que vienen al caso en lo que estamos apuntando. La persuasión exige tener en cuenta la dosis de razón, por ínfima, por pequeñita que sea, en la opinión que cada uno expresa.

Teoría y dogmatismo

Una cosa que cualquiera entiende es el determinado progreso que en cuanto a lo ideológico se registra dentro del Frente Sandinista. Sobra decir lo necesario que resulta para el éxito de los fines que se propone nuestro destacamento, que ese progreso ideológico no se detenga. Al mismo tiempo debemos velar porque los progresos teóricos estén vinculados a nuestra práctica local concreta, ya que de lo contrario se cae en un estéril dogmatismo.

En este sentido puede ayudaren mucho la modestísima tradición teórica de nuestra organización: en ella la teoría en lo fundamental ha ido ligada a la propia práctica del movimiento.

Tenemos que cuidarnos del palabrerío seudomarxista, que suele dar apariencias de marxismo, pero que en el fondo es sólo materialismo económico; una falsificación del marxismo. El materialismo económico únicamente le concede importancia a los hechos económicos, como generadores de los hechos políticos. A este respecto estaría bien recordar la aclaración de Engels en una carta a F. Mehring en la que señala que en una primera etapa de la difusión del marxismo, se hizo útil para contrarrestar las concepciones idealistas tradicionales, darle un énfasis unilateral a los hechos económicos, y que una repetición mecánica de esto impedía la correcta aplicación de la teoría revolucionaria.

Sandino y Farabundo Martí

El inagotable caudal patriótico y revolucionario de la lucha de Sandino, no facilita a veces extraer las ricas lecciones propiamente políticas que ella contiene. En esta oportunidad deseamos hacer mención a la forma en que Sandino se refería a diferencias que surgieron, evitando la diatriba y el polemismo verbal. Nos basta con referirnos a las palabras con que en 1933 dio respuesta cuando se le preguntó sobre lo que había motivado la separación entre él y el comunista salvadoreño Agustín Farabundo Martí; Sandino no atacó ni mucho menos a A.F. Martí, su respuesta fue así: “Nos separamos colmados de tristeza y en la mayor armonía, como dos hermanos que se quieren, pero no pueden comprenderse”.

Las experiencias legadas

Insistimos en lo ya expresado acerca de nuestro papel de aplicar modestamente las ricas experiencias de los explotados de los demás países que han derribado los sistemas de opresión en cada caso.

Precisamente uno de los privilegios que nos favorecen es el rico caudal de experiencias que nos toca heredar, lo que incluye la victoria cubana, la experiencia más próxima a nuestro medio histórico. En esta labor es importantísimo saber sintetizar las más diversas inquietudes que surgen entre nuestros cuadros y militantes, tratando más de combinar tales inquietudes que de oponerlas unas contra otras.

Modestia revolucionaría

La modestia revolucionaria ha tenido ejemplos relevantes entre los combatientes que han pasado por nuestras filas. Se trata de una cualidad que tiene más importancia de la que a primera vista puede parecer. La modestia facilita, quizás en muchos casos decisivamente, la vida colectiva, la actividad de un conjunto de personas. Precisamente la conciencia colectivista, la conciencia de que es la energía de un conjunto de hombres lo que integra la vanguardia, es imprescindible en el espíritu militante. Ese espíritu colectivista, que lo sustenta la modestia, debe convertirse en una pasión en el militante revolucionario.

La modestia frena la ostentación de los méritos propios y no impide reconocer los méritos ajenos, lo que contribuye grandemente a la fraternal comprensión entre los militantes.

Sinceridad

En un documento elaborado recientemente por la organización se señala la sinceridad como una de las cualidades que deben desarrollarse en el militante sandinista. Hay que convencerse de que la referencia a esa cualidad no tiene estrechas miras moralizadoras, independientemente de que el revolucionario debe sustentar una moral nueva, superior. La sinceridad ejerce una función importante en la atención oportuna a los problemas que siempre debe enfrentar el movimiento. Es necesario fortalecer la práctica entre los  militantes de referirse a los problemas que les preocupan, sin esperar a que se den todas las condiciones que hagan más fácil expresar las opiniones de que se trata. Hay que recordar que la sinceridad no se opone al fraternal respeto que debe regir las relaciones entre los combatientes sandinistas. Es constructivo que cada cuadro y cada militante recuerde el papel de estos factores en la labor que han debido realizar. No dudamos que esto ayudara a estimar estas cualidades en su justa dimensión. No podemos soñar en que sea posible eliminar totalmente los casos de actitudes bruscas, opuestas a la fraternidad, opuestas al respeto y la sinceridad. Ante tales casos, estamos obligados a conservar la serenidad, y a buscar en la brusquedad que se dé, lo justo que haya aunque sea poco, y separarlo de lo que sea maleza o basura. Es educativo recordar con detenimiento el título que ostentan los combatientes sandinistas: hermano.

Todo esto tampoco es opuesto al empleo de la energía y el rigor, tan necesarios en la dura vida clandestina y guerrillera. De lo que se trata es de ser enérgicos y rigurosos sin olvidar el respeto, la sinceridad, la fraternidad.

Rendimiento de cuadros

Aquí deseamos tratar el punto de la necesidad de mejorar las condiciones que permitan un rendimiento aun mayor de nuestros cuadros. A este respecto tenemos en cuenta normas aplicadas en otras experiencias revolucionarias:

a) Conocimiento de la actividad productiva; esto evita situaciones en las que el militante sólo aporta en función del conocimiento físico, por decirlo así, de las personas, dándose el caso de militantes que no rinden de acuerdo con el sector productivo al que están estrechamente vinculados como trabajadores explotados; todo esto sin incurrir en una contraposición, sino logrando una combinación entre el trabajo conspirativo y militar con el trabajo político;

b) Compenetrarse de los intereses concretos del sector popular al que se está vinculado, o sea que no es suficiente con saber que el sector popular de que se trata es explotado y oprimido en general, sino conocer detalles fundamentales de la situación particular;

c) Asimilar la experiencia de que son portadoras las propias masas a las que el cuadro está vinculado; la vanguardia revolucionaria no puede proponerse solamente enseñar a las masas populares, sino que al mismo tiempo debe aprender y saber ser discípulo de las masas populares (puede recordarse que los soviets, poder local de los explotados rusos, no fueron una invención de la vanguardia, sino creación de los mismos explotados, creación que la vanguardia supo valorar para luego generalizarla), esto permite que las formas de lucha y organización no aparezcan enteramente como una invención artificial de la vanguardia, sino que lleven la marca del carácter de nuestro pueblo;

d) Conocer el estado de ánimo de las masas, esto, igual que los otros puntos señalados, exige la utilización de cuestionarios, o sea preguntas elaboradas, que nos faciliten una comunicación política con la gente del pueblo que atendemos directamente, cuando se habla de cuestionarios, aparte de que pueden ser escritos, también pueden ser  memorizados y aplicados verbalmente, también hay que estar atentos a las palabras y hechos espontáneos de las masas.

Los puntos que en este apartado se han señalado, a la vez que pueden ser utilizados a nivel local, regional y zonal, pueden tener utilidad a nivel nacional.

Tradición revolucionaria nacional

En la educación política de nuestra militancia y de nuestro pueblo, tenemos que utilizar en una medida todavía mayor que en el pasado, los textos revolucionarios que representativos de nuestro pueblo han emitido en el curso de nuestra tradición histórica. Todo lo positivo que encontraremos en tales textos debemos difundirlo. Incluso es posible recuperar determinado lenguaje del pasado que tiene sorprendente vigencia. Por ejemplo José Santos Zelaya denominaba “falsa república” a la república dominada por la “oligarquía”. No contribuye a fortalecer la imagen nacional del movimiento la repetición excesiva de lemas revolucionarios procedentes del exterior, cuando en nuestra tradición se dan expresiones con igual significación que pueden ser utilizadas como lemas. Es cosa confirmada que en la resistencia patriótica de 1912 la consigna principal fue “Muera el imperialismo”; aparte de que Zelaya en 1909 condenó en ocasiones memorables al “imperialismo” (es varios años después, a partir de 1916, que el conocido libro de Lenin populariza este término). Es bastante elocuente el hecho de que un catedrático de la universidad africana de Senegal haya publicado en años recientes un trabajo titulado La negritud en la obra de Rubén Darío. Ahí se logra extractar el interés de Darío por los  pueblos y la cultura negros. Por su lado los revolucionarios nicaragüenses puede decirse que todavía no se han decidido por encontrar la médula patriótica y popular en la obra y vida de Darío. Desde los tiempos de la lucha contra Walker hasta los años de lucha contra la tiranía somocista, aparecieron toda una serie de textos que requieren ser seleccionados  y editados en un volumen, cuya difusión contribuiría a sostener la confianza en la  capacidad de lucha por la liberación nacional y social.

Trato a microgrupos

La labor de persuasión que en otro punto señalamos para el tratamiento a determinados elementos del grupo socialista, podría tenerse en cuenta para el tratamiento a cierto elemento confundido en los microgrupos seudoizquierdistas.

El principio de no subestimar a nadie es una regla de oro en el logro de la más completa unidad. Sin pretender restarle méritos al trabajo de reclutamiento emprendido en los últimos tiempos, no sería malo pensar sobre cuántos elementos no han podido ser atraídos hacia nuestras filas, por alguna limitación de nuestro trabajo. Esto exige que reparemos esa limitación nuestra. La política de persuasión por nuestra parte se funda en la infinidad de razones que tenemos a nuestro favor.

Pero estas razones no caen todas por su peso, no se hacen evidentes en su totalidad a muchas personas, aunque éstas tengan inquietud revolucionaria.

Nuestros cuadros y militantes tienen que cuidarse de no olvidar muchas de esas razones en ningún momento, y ello nos ayudará a ser más persuasivos. Por supuesto que no deseamos hacer el ridículo de pretender encontrar una fórmula que permita hacer  militante a cualquiera.

Nuestra preocupación es la de no perder influencia, por un desperdicio de paciencia. Se trata de no olvidar aquello de que “cuando se nos agote la paciencia, buscaremos más paciencia”. Por otro lado, si bien esos microgrupos como tales nada positivo realizan, es mucho el daño que pueden hacer, al convertirse en carne de provocación en determinados momentos críticos del accidentado proceso revolucionario.

1354155275_Portada 6La Revista Correo es una publicación bimestral, sin fines de lucro, fundada en noviembre de 2008, con sede en Managua, Nicaragua, creada, producida y realizada por el Colectivo «Sandino Vive».

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