Fuente : Revista Correo, Julio-Agosto 2013

San Rafael del Norte es un pequeño pueblecito
de Las Segovias situado a sólo 25 kilómetros de
Jinotega. En otros tiempos había sido cuartel
general de Sandino y hasta él llegaron escritores como
el vasco Ramón de Belasteguigoitia y Carleton Beals,
quienes convivieron con el General de Hombres Libres.
En 1946, a doce años de la muerte del héroe, solamente
era un poblado frío, donde llovía todo el año y
al que sólo se podía llegar a lomo de mula. Ubicado a
1.020 metros de altura, San Rafael era una localidad de
sencillos habitantes, blancos y rubios en su mayoría,
dedicados a la ganadería y al cultivo de la caña de azúcar
los que tenían tierras. Los otros vivían de los más
variados quehaceres como matar cerdos, comerciar el
dulce, zapatería y carpintería o simplemente trabajaban
para los dueños de las fincas.
Mi tío abuelo, don Pablo Aráuz, había sido fundador
de una familia de músicos y telegrafistas. De sus hijos,
después de la muerte de Blanca Aráuz de Sandino, sólo
quedaban ya la niña Chila, la Estercita, Pedro Antonio,
Luis Rubén, Octavio y Miguel Ángel. La niña Chila, encargada
de la crianza de Blanquita Sandino, manejaba
la oficina del telégrafo, mientras que Estercita, sordomuda
de nacimiento, repartía los telegramas.
Pedro Antonio, durante 7 años secretario de Sandino,
se dedicaba ahora a la música y tocaba el trombón
de vara en las procesiones organizadas por el padre
Mamerto Martínez. En sus ratos libres jugaba en
el equipo de béisbol local y ocupaba la tercera base,
mientras mi padre se defendía en la segunda.
Luis Rubén, combatiente y ayudante eterno del
general, no recuerdo que tuviera ocupación fija. Había
quedado un poco tonto después que lo “fusilaron” durante
el genocidio que siguió el asesinato de Sandino.
A él lo habían capturado en la Vuelta de Roble, a media
legua del pueblo; la familia no había podido avisarle
para que se escondiera, de modo que el comandante
Gabriel Castillo ordenó su ejecución. Primero lo llevaron,
junto a otros sandinistas, montaña adentro y lo
tiraban a los ríos para ahogarle. Después lo sacaban
moribundo y seguían caminando. Llegaron hasta una
loma donde los mataron a todos y a él le pegaron el tiro
de gracia que le entró por la sien y le salió por el ojo.
Nadie se explicaba cómo estaba vivo, pues deambuló
gravemente herido durante algún tiempo, curándose
con liquidámbar, medicina de los campesinos, hasta
que algunos familiares lo trajeron nuevamente al pueblo
ya cuando la furia de la guardia se había calmado.
Era un hecho que ya no razonaba correctamente y,
además, hay que apuntar que toda la familia de Blanca
Aráuz había quedado bajo una extraña protecciónamenaza
con que la cobijaba Anastasio Somoza García.
Incluso se hablaba en el pueblo de que el asesino
de Sandino otorgaría una beca a Blanquita Segovia
para estudiar en el extranjero. Esta oferta jamás fue
aceptada.
Por su parte, Miguel Ángel, el burgués de la familia,
casado con la tía Lita, tenía una venta y no necesitaba
ya de tocar la trompeta.
Y por último estaba Octavio, Tavilla, ebrio consuetudinario,
que escandalizaba a los chiquillos con sus
gritos cuando andaba enloquecido por el licor.
Como toda la familia Aráuz, Octavio había querido
entrañablemente a Sandino y en su delirio, como el
nombre del patriota estaba prohibido gritaba:
– ¡Viva el hombre!
– ¿Cuál hombre? – preguntaba la gente.
– ¡El hombre, el hombre!–, repetía sin cesar y
luego corría por la plaza a refugiarse en su miserable
vivienda.

Los bandoleros
A pesar de que Blanquita y yo éramos hijos de dos
primas hermanas, no recuerdo haber platicado mucho
con ella. La verdad es que casi no la dejaban salir. Los
muchachos del pueblo nos criábamos en un ambiente
silvestre y no conocimos ni la luz eléctrica ni el automóvil,
sino hasta cuando ya estábamos creciditos.
Sandino era un fantasma a quien nadie mencionaba,
pero que flotaba en el ambiente. El terror somocista
se había encargado de borrar hasta su recuerdo
entre los simpatizantes de su gesta.
El único movimiento opositor se produjo en 1947,
cuando las elecciones que le robó Somoza al Dr. Enoc
Aguado. Mi padre, Miguel Blandón, era el jefe de la
oposición en la localidad, y en la casa se hacía toda la
propaganda, interrumpida continuamente por la guardia
que se lo llevaba preso a Jinotega. Allí se encargaba
de sacarlo el Dr. Federico López Rivera, líder anti-somocista
de Las Segovias.
Después de eso, solamente se oyeron alguna vez
rumores de que los “bandoleros” atacarían el pueblo,
entonces los hombres se iban a dormir a los cerros
mientras las mujeres y los niños dormíamos en la iglesia,
que era la que tenía paredes más gruesas.
Además de los Aráuz había también otra familia
muy conocida en el pueblo: eran los Ubeda.
Ganaderos, cultivadores de la caña o de pequeñas
huertas, hombres de trabajo y de vida austera, sumamente
religiosos, a veces solamente se aparecían en el
pueblo para las festividades de Semana Santa.
En el Valle de Yupalí, lugar de hermosos ríos y extensos
cañaverales próximo a San Rafael, vivía don Agustín
Ubeda, quien se casó con doña Pancha Tercero.
Juntos procrearon a Melitina e Isaura Ubeda, la primera
de las cuales contrajo matrimonió con Juan José
Fonseca, unión de la que nació Agustina Fonseca Úbeda,
progenitora de Carlos Fonseca Amador.
Mi madre, Agustina Ubeda Aráuz, era prima de
Blanca Aráuz de Sandino y de doña Agustina Fonseca
Ubeda, porque en aquel pueblo tan pequeño, casi todo
el mundo era pariente.
Los barrios pobres de Matagalpa
La gente emigraba de San Rafael porque era un
pueblo sin vida. Algunos viajaban a la Costa Atlántica
donde las minas explotadas por los gringos ofrecían
oro e ilusiones a aquellos campesinos. Se iban navegando
en pipantes por los grandes ríos o por la “picada”,
infernales caminos poblados de serpientes y fieras
salvajes, atraídos por el “paraíso” de Siuna, Bonanza o
La Luz Mines Company.
Mi padre fue minero en esos lugares y ahora, ya
viejo y cansado, había ido a parar en los pozos de La
India, cerca de Matagalpa. Finalmente, llegaron a dar
con nuestros huesos a esta última localidad donde comenzó
a trabajar en carreteras.
Doña Agustina Fonseca y doña Isaura Ubeda también
vivían en Matagalpa; esta última había contraído matrimonio
con el maestro talabartero don Agustín Castillo.
Doña Agustina en cambio, pobre y sola, tenía
que trabajar como cocinera. Tuvo cinco hijos, cuatro
varones y una mujercita. Uno de ellos, Carlos,
era hijo de Fausto Amador, quien después trabajaría
como Administrador de la familia Somoza. La madre
de Carlos trabajaba como doméstica al servicio
de los burgueses de la ciudad. Alquilaba una casa
detrás de la iglesia de San José por la cual pagaba
40 córdobas, “y ni siquiera tenía una puerta fija sino
que en la noche teníamos que ponerle camas junto a
ella para que no se abriera”, según me contaría después
el mismo Carlos.
Cuando era cocinera de la familia Pineda el muchacho
llegaba por las tardes, la llamaba por la ventana y
doña Tina le daba alguna comida, de la que sobraba.
Entonces los patrones salían y lo corrían como si se
tratara de algún animal dañino.
En cambio, conservaba buenos recuerdos de Nacho
Lay, ciudadano chino propietario del Restaurante Shangai.
Allí sí lo recibían adentro y podía comer en la cocina.
Nacho Lay descubrió que Carlos era miope, pues en
el restaurante había un gigantesco reloj con enormes
letras, a las que el muchacho se acercaba mucho para
poder ver la hora. Entonces fue que le mandaron a poner
los anteojos que ya usaría toda la vida.
A finales de la década del 40 encontramos a Carlos
vendiendo melcochas y cajetas por las calles de Matagalpa,
con su pantalón chingo y descalzo, con los ojos
perdidos ayudaba ya a sostener la anémica economía
del hogar y a llevar comida a sus hermanos.
Los sábados por la noche vendía “Rumores”, un semanario
humorístico que se tiraba en la tipografía de
don Cipriano Orúe; el hijo de éste, quien después sería
su compañero en el instituto, relata que ambos salían
a vender y Carlos era uno de los que más ganaba.
“La diferencia era que yo gastaba el dinero en vagancias
y él se lo entregaba todo a su mamá, aseguraba
Cipriano Orúe Mairena.
A esta infancia miserable seguramente se refería
Carlos cuando escribió este poema, que es prácticamente
desconocido:
16 versos del molendero
Animal de madera
zopilote raro
sin alas, cuadrúpedo
sin canto de zopilote
con el lomo chato,
terroso, terrestre.
Tres veces al día
baño de los platos,
cementerio temporal
de los platos rotos.
Comedor ocasional
de los gatos.
No te pareces a tu papá carpintero.
Los ricos con sobras te alimentan
los pobres sin sobras te hacen ayunar.

Pioneros de la lucha estudiantil
Los primeros movimientos estudiantiles de oposición
a Somoza se habían hecho sentir en Matagalpa
durante la campaña eleccionaria del Dr. Enoc Aguado,
en 1946 y 47. En el Instituto Nacional del Norte cursaban
estudios un grupo de jóvenes que fueron precursores
de la lucha a nivel de secundaria.
En aquel destartalado local, hacia donde iban sólo
los que no tenían dinero para marcharse a otro lado,
los estudiantes comenzaron a formar sus directivas y
hasta quisieron hacer una organización nacional de estudiantes
de secundaria.
Algunos de ellos pasaron a publicar un periódico
llamado Vanguardia Juvenil, órgano del Frente Juvenil
Democrático, agrupación fundada en Managua por
Álvaro Ramírez González, y que era una especie de
brazo juvenil del Partido Liberal Independiente, al
cual pertenecía el doctor Enoc Aguado.
Figuraron en el directorio de Vanguardia Juvenil
Gilberto Vargas, Luis Alberto Gutiérrez, José Ramón
Gutiérrez Castro, Salvador Vílchez, Julio Cuarezma,
Guillermo McEwans y Tomás Borge Martínez.
El día 7 de Diciembre de 1946 Tomás, que en ese
tiempo se firmaba Tomás Martínez Borge, escribía de
esta manera: “Hace pocos días se formó un Frente. . .
compuesto por reaccionarios, aduladores y cobardes,
cuyo ideal es dejar en el poder la continuación del Führer
nicaragüense y de la Gestapo Nica, para que sigan derramando
nuestra sangre de jóvenes rebeldes; para que
continúen las persecuciones, las cárceles y los clavetazos…
El fraude electoral se avecina. El Frente Juvenil Democrático
hace un llamado a los valientes de Nicaragua,
para que no se inscriban en la organización que está al
servicio de Anastasio Somoza García… Recuerden que
de nuestro triunfo depende la deseada paz, que al llegar
Argüello llega la guerra a Nicaragua”.
La pugna electoral entre Enoc Aguado, de la coalición-
libero-conservadora de oposición y Leonardo
Argüello, candidato de Somoza, continuaba siendo
tema central de los artículos de Tomás Borge y sus
compañeros del periódico Vanguardia Juvenil.
Por esa época llegó Somoza a Matagalpa a inaugurar
un hospital y entonces José Ramón Gutiérrez, Tomás
Borge y otros estudiantes regaron papelillo negro
en el puente por donde pasaría el tirano, en señal de
duelo. Luego se tomaron el campanario de catedral,
hasta ser desalojados por la guardia.
El 14 de Diciembre de 1946, Tomás Borge escribía
este interesante artículo:
Libertad de imprenta
Señor presidente, su ayuda no se necesita. ¡Váyase!
Señor dictador, llévese todo el dinero que tiene en su
bolsillo, pero déjenos en paz.
¡Váyase! Y no vuelva nunca, que si no necesitamos la
ayuda de una nación extranjera, muchos menos necesitamos
la de un opresor.
Nos avergonzamos de que usted sea nuestro presidente…
Recuerde que nosotros no suplicamos. Solamente
es un consejo para que la sangre de la ciudadanía
no se revuelva con la suya.
¡Váyase! Le conviene a su patria, a sus intereses, especialmente
a Ud. No le pedimos la libertad, la exigimos.
Tomás Martínez Borge
En este mismo número aparecía un artículo-semblanza
del candidato opositor, Dr. Aguado firmado por
Julio Cuarezma y otro sobre el futuro fraude electoral
de Salvador Vílchez. Somoza le robó las elecciones a
Aguado y luego derrocó al mismo candidato que había
impuesto, Leonardo Argüello. De ahí en adelante
la dictadura se vio consolidada tras sucesivas administraciones
de presidentes muñecos.
José Ramón Gutiérrez Castro, Tomás Borge
Martínez y Douglas Stuart editaron todavía otro periódico,
Espartaco. Después, relata Gutiérrez que él tuvo
que abandonar los estudios y marcharse del país,
habiendo vivido en Guatemala, donde conoció las interesantes
experiencias del proceso nacionalista que
en aquella nación llevaban adelante los presidentes
Arévalo y Arbenz. Allí tuvo acceso por primera vez a
los libros socialistas y marxistas.
Carlos Fonseca Amador, se matriculó en 1950 en el
instituto de Matagalpa.
Hacia el año de 1953 Gutiérrez Castro regresó de
Guatemala y se encontró con una cantidad de jóvenes
talentosos en el instituto.
Entre todos ellos, afirma, Carlos era el que tenía
condiciones óptimas para ser un buen revolucionario
porque era estudioso, con un coeficiente de inteligencia
superior al de todos y principalmente era un
auténtico proletario. El marxismo le cayó como el vestido
que desde hacía mucho tiempo estaba esperando
– relata Gutiérrez Castro. Cuando conoció a Carlos,
éste quería ser como San Antonio y mucho visitaba la
iglesia de San José, pero poco tiempo después se interesaba
vivamente por los libros que le mostraba su
compañero. Ambos se hicieron excelentes alumnos
de francés, ya que muchos libros de marxismo sólo se
publicaban en ese idioma. También leían una revista
china llamada “Verdes Campos”.
Carlos era ya famoso en el colegio, porque solamente
él se había leído la colección “Historia de los
Estados Unidos” que estaba en la biblioteca. Hacia el
año de 1954 se trasladó el instituto al local del hospital
viejo, que era un poco más grande y allí logró juntarse
una pléyade de jóvenes valores entre los cuales
destacaban Carlos Fonseca, José Ramón Gutiérrez,
Francisco Buitrago Castillo, Cipriano Orúe Mairena,
Raúl Leclaire y otros.
En el plano político nacional en ese mismo año de
1954, el dictador Somoza García ahogaba en sangre la
conspiración del 4 de abril, asesinando a gran cantidad
de civiles y militares en los cafetales de Diriamba.
Segovia fue el primer grito
El primero de Agosto de 1954, cuatro meses después
de la masacre, Carlos Fonseca Amador fundó su
revista Segovia. La bautizó con el nombre de la región
donde él y Sandino levantaron su fusil libertario.
Era una revista totalmente diferente a las demás
publicaciones de secundaria que se habían hecho hasta
la fecha.
Hablaba de temas sociales, económicos y políticos
que no eran habituales en los estudiantes de la época.
La gente qué trabajaba en Segovia tenía grandes
habilidades artísticas, poéticas y literarias.
Rápidamente la publicación cobró prestigio nacional
y en ella comenzaron a colaborar Manolo Cuadra,
Coronel Urtecho y otras plumas muy conocidas algunas
de las cuales usaban pseudónimos para firmar los
artículos.
Guillermo Rotschuh Tablada y Manolo Cuadra ejercieron
desde entonces una tremenda influencia entre
aquellos inquietos estudiantes.
El primer número traía un editorial firmado por
Carlos, saludando a los lectores y trazando la línea
política de la publicación. También exhibía un artículo
breve de Cipriano Orúe donde relataba una visita que
habían hecho a Manolo Cuadra, el poeta proletario, en
la ciudad de Managua.
Así narraba Orúe su encuentro con el poeta: “Me
encontré inesperadamente en una calle de Managua,
rumbo a la casa de Manolo. Llegué y vi en ella a un hombre
sentado en una mecedora, que emanaba aires de pobreza.
Me habló de literatura, de García Lorca, no podía
faltar Alfonso Cortez y fue tema principal; también Pablo
Neruda que ocupó gran parte de la charla. Va arrastrando
un mundo, dijo del chileno… salimos a la puerta
y me despidió con un abrazo”.
En otro artículo, Francisco Buitrago Castillo, caído
posteriormente en la primera incursión sandinista en
Bocay, escribe: “En la virginidad de estas montañas
frías, aún no enteramente explotadas por el extranjero
mercantil y ambicioso… De aquí hemos surgido nosotros,
rebosantes de la fecundidad de estas colinas, henchidos
de ideales tan grandes como la majestad de estos
pinos gigantescos que nos acarician y de este espíritu
bravío del que todo segoviano es dueño. . . Luchamos
y estudiamos para que en un no lejano día. . . los ahora
estudiantes segovianos sepamos, pictóricos de honor,
ocupar con la frente erguida… el lugar del soldado, listo
al llamado de la patria y anhelante de empuñar las armas
del pensamiento, para extender sus dominios en el
campo de las artes, las ciencias y las letras”.
En estos escritos ya se avizoraba el carácter bravío
de los que serían fundadores del Frente Sandinista.
Hay que hacer notar que el colegio era público, dirigido
por autoridades pro somocistas, de modo que
hacían bastante con abordar en la revista esta clase
de temas.
Debajo de la firma de Francisco Buitrago Castillo,
venía un anuncio de la revista que decía: “Enseñe a
leer a su sirvienta y hará la mejor obra de su vida”. En
la portada aparece un retrato dibujado del dirigente
opositor Dr. Carlos Arroyo Buitrago, padre del mártir
sandinista Carlos Arroyo Pineda, quien era profesor
del instituto.
Francisco Buitrago Castillo, había llegado ese año
al colegio procedente de Terrabona, su pueblo. Era
proletario como todos los que allí estudiábamos y estaba
en carácter de alumno interno; desde que conoció
a Carlos caminaron juntos hasta que Chico murió
en el Bocay. Fue, entre todos, el que mejor aprovechó
las enseñanzas de Fonseca.

Rebeldes y poetas
Aquellos muchachos eran rebeldes con inclinaciones
poéticas y literarias. Viajaban a Managua a buscar
anuncios con que mantener la revista, a editarla y
a contactarse con el poeta Manolo Cuadra y el poeta
Guillermo Rotschuh, quien era director del Instituto de
Managua, “Ramírez Goyena”.
“Una vez – relata el estudiante Gilberto Rodríguez
Valdez– vi a Carlos solo, pensativo, reclinado sobre el
muro del colegio. Le pregunté qué le pasaba. Acabo de
llegar de Managua, poeta, me contestó. Fui a ver al oculista.
Me dijo que tengo que escoger entre dejar de estudiar
o quedarme ciego.
– Y usted, ¿qué va a hacer, poeta?– preguntó Rodríguez.
– Pues nada, me voy a quedar ciego porque el estudio
es mi vida– , respondió Carlos.
Carlos también tuvo estrecha amistad con Rodolfo
Solari, bohemio chileno que había ido a dar con sus huesos
a Matagalpa. Era todo un intelectual y aun cuando
andaba ebrio – sus borracheras duraban meses – imponía
el sello de su personalidad en las más baratas
cantinas.
Solari, con el paso del tiempo, marcharía de nuevo
a Chile y ocuparía cargos prominentes en el gobierno
de Salvador Allende.
El número 3 de Segovia, publicado en octubre
de 1954, tiene organizado su indicador así: Director,
Carlos Fonseca Amador. Co-director, Cipriano Orúe
Mairena. Gerente Francisco González. Jefe de Redacción
Francisco Buitrago Castillo. Redactores, Lelia
López y Armando Castro. Asesor Artístico, Arnoldo
Blandón. En el editorial Carlos Fonseca habla de la
conquista de América por España y del aniversario de
fundación de las Naciones Unidas, ambas efemérides
de Octubre:
“América fue vencida y tuvo que comprar al precio
que fuera la cultura europea… España vendió muy
cara su piel blanca y sus catedrales… Aunque vendida y
aunque comprada la civilización no germinó en el nuevo
mundo para beneficio común. Nuestra rencura política,
social y económica no es por voluntad de Trujillo, Batista
o de Pérez Jiménez. No, los actuales americanos no nacimos
hoy. El vientre donde se forjaron está en la Era
Colonial… Pero no blasfememos contra España… Pedir
bondad a España conquistadora es pedir peras al olmo.
Así son los imperios, malos por estructura”.
Nótese que Carlos menciona en su artículo a Batista,
Trujillo y Pérez Jiménez y no a Somoza, ya que, como
repito, estudiábamos en un colegio público, regentado
por oficialistas y con beca del gobierno.
En la segunda parte de su artículo Carlos se refería
a los objetivos de la ONU, a su lucha por la paz y al peligro
de que fuera dominada por una potencia mundial
en su exclusivo beneficio:
“…y también los trabajadores del mundo desean
que la paz envuelva la tierra. Especialmente me refiero
a los trabajadores, porque cuando las guerras mundiales
suceden, la carne humana con que tales guerra se
hartan, es carne de trabajadores… con las guerras todos
sufren, pero los trabajadores más porque sacrifican
inútilmente su sangre y su sudor”.
Como vemos, su conciencia de clase estaba ya
completamente definida.
En 1954 se formó en Matagalpa la primera célula
de estudios marxistas, la cual funcionaba en la casa del
líder obrero Tomás Pravia (a) “Colocho”, ubicada en el
Barrio de Palo Alto, que 24 años después sería teatro
de grandes batallas durante las insurrecciones del
FSLN en 1978. A la casa de “Colocho”, que después defeccionaría,
concurrían a dar conferencias dirigentes
comunistas de Managua, como Manuel Pérez Estrada
y los hermanos Lorío.
“Llegábamos muy misteriosos, tocábamos la puerta
y pasábamos de largo, íbamos con los cuellos altos, tapándonos
hasta la mandíbula, según habíamos leído en
una novela de conspiraciones contra el dictador Rosas,
de Argentina”, afirma Cipriano Orúe, quien después se
haría somocista.

Carlos en el Instituto Nacional del Norte (Eliseo Picado)
La estrella de oro
La noche del 2 de marzo de 1955 sería inolvidable
para Carlos Fonseca y para todos nosotros, sus
compañeros. Esa noche recibió su diploma de Bachiller
en Ciencias y Letras acompañado por su madre,
doña Tina. Fue quizás la única noche feliz que
ambos tuvieron.
La crónica del acto de clausura fue escrita por su
amigo José Ramón Gutiérrez y dice, entre otras cosas:
Esta es la promoción nona de bachilleres del I.N.N.
Cinco muchachos que salen con licencia para entrar a la
Universidad. Esta nuestra pequeña fábrica que se llama
instituto, siempre estará lista y limpia para darnos más
jóvenes preparados, jóvenes pobres hijos de pobres. Los
estudiantes que han salido del I.N.N. son tocios cosechados
entre el pueblo, hijos de mecánicos, albañiles,
zapateros, costureras, pulperas, etc.; los hijos de los
ricos y riquitos tienen mucho dinero para irse a USA y
grandes centros de estudios donde la fatuidad y el lujo
se atumultan, se olvidan de su clase y de su raza. Son
cinco los de esta promoción. Carlos Fonseca Amador,
hijo de una mujer pobre, honrada cocinera que se ha ganado
su vida luchando con miserables salarios. Carlos ha
conquistado LA ESTRELLA DE ORO, distinción que da el
Instituto a los alumnos que, como él, han aprobado sus
cinco años llevándose el primer puesto. Es el primer caso
hasta la vez.
Carlos Fonseca Amador, director de Segovia, pasó
una infancia en pugna con la realidad de la vida, al lado
de su madre obrera, en medio de la escasez, de los víveres
caros, del mal sueldo, de la luz del candil y las privaciones
que da la insuficiencia de una mujer sola. Carlos
vendió melcochas por las calles, con sus pantalones chingos
y sus grandes ojos gatos, miopes. Fue voceador de
periódicos y cobrador de recibos, supo del gusto que tiene
la necesidad y pisoteó con sus pies descalzos los prejuicios
que empiedran las avenidas de los rancios burgueses.
Carlos Fonseca Amador ha triunfado. Su talento no se ha
perdido. Me siento orgulloso de ser su amigo, soy predilecto
de los humildes que llevan buenos sesos y corazones
pesados, grandes y blancos.
En su artículo de corte inconfundiblemente clasista,
José Ramón se refiere al nombre de la promoción,
que era el del maestro Elíseo Picado, el mismo que
actualmente lleva el Instituto Nacional de Matagalpa.
“Esta promoción de los cinco continuó no pudo tener
mejor tino que ponerle el nombre del maestro Picado,
asoleado por los años, perseguido por los reaccionarios,
censurada su enseñanza libre por los enemigos de la libertad.
Es con esté nombre de combate, con el nombre
de un maestro obrero, dé un obrero honrado, de ese santo
laico e inmortal que la promoción nona ha pasado a la
posteridad. Adiós amigos, que el viaje les sea cómodo y
el tiempo propicio”.
J. R. Gutiérrez Castro.
Esa misma noche, según reza otra crónica de la
misma revista, Carlos fue condecorado por el director
del Instituto, con la Estrella de Oro.
También fue premiado como el mejor alumno de
francés por el profesor Félix Pedro Aráuz, quien le
entregó un libro y un cheque de cincuenta córdobas.
Como apuntáramos antes, Carlos estudiaba francés
en los libros de marxismo que llegaban a sus manos.
Él despidió la promoción Elíseo Picado, y Segovia
apunta que “el Br. Carlos Fonseca Amador se despidió
del INN. Quiso al despedirse decir a los padres de
familia asistentes qué era el INN. Y lo dijo. Dijo que el
Instituto Nacional del Norte era el mejor. Quizás y ojalá
todos los padres de familia hagan lo que pidió el Br.
Fonseca Amador. Darle a sus hijos la mejor instrucción
poniéndolos en el INN”.

Matagalpa octubre 2010. Frente a la casa esquinera donde nación Carlos en 1936, varios niños nos ayudan a recrear la época en que Carlos vendía dulces de nancite y periódicos para ayudar a su madre, una costurera pobre.
Nido de guerrilleros
En aquel vetusto instituto daban clases una serie de
maestros laicos, venidos desde abajo, hijos de obreros
que estaban libres de todo prejuicio. Eso compensaba
en mucho la miseria en que vivíamos los que allí nos
dábamos a la tarea de estudiar. Más que un instituto
parecía un reformatorio y en el internado se aprendía
pronto a robar comida para poder sobrevivir.
Los internos eran mantenidos por becas de 120
córdobas que daba el gobierno a los que venían de
otros pueblos segovianos o a los que, viviendo en
Matagalpa, no teníamos techo ni comida seguros
para seguir adelante. Allí se templó el carácter de
muchos que en el futuro engrosarían los primeros
destacamentos guerrilleros. De allí salieron además
de Carlos y Tomás Borge, Chico Buitrago, Cristóbal
Villegas, Chuno López y muchos más.
Al marcharse Carlos la revista Segovia quedó
bajo la dirección de Cipriano Orúe y continuaron haciéndose
los círculos de estudios a cargo de Moncho
Gutiérrez, el mismo Orúe, Chico Buitrago y un elemento
de la nueva cosecha, Marcos Altamirano.
Se leía el Manifiesto Comunista, artículos sobre la
revolución industrial, periódicos obreros, etc.
Marcos había entrado en contacto con Carlos en
1955, podía decirse que eran amigos del vecindario
en la Plaza El Laborío, ya que Carlos vivía detrás de
la misma en una cuartería ubicada frente a la familia
Rodezno. Carlos y Marcos hacían estudios en esa casa
y en ellos participaba doña Tina. Leían la historia del
Partido Comunista de la Unión Soviética, Viñas de Ira
de Steimbeck, así como La Madre, de Gorki.
Su madre estaba tan identificada con él, que en
1957 le zurció en las solapas del saco las credenciales
que llevaría en su viaje a la URSS.
Los dos estudiantes eran miembros del Partido Socialista,
que en esa época se dedicaba casi solamente a la lucha
sindical. Las labores que hacían principalmente eran
las de vender el periódico del Partido, UNIDAD, del cual
colocaban 300 números. La venta duraba dos días ya que
recorrían los barrios, entraban a las casas y le leían al futuro
cliente un artículo del periódico. Se invitaba a la familia
del comprador también para que participara en la plática
sobre el periódico, de modo que este comprador se convertía
al mismo tiempo en un simpatizante del partido.
Luego juntos todos opinaban sobre la lectura del
periódico de la semana anterior. En opinión de Carlos la
venta del periódico debía de convertirse en escuela y las
bibliotecas debían de popularizarse a través de las barberías,
ya que afirmaba que el barbero era el intelectual
del barrio, en cuyo taller se platicaba de política y problemas
sociales, al contrario del salón de belleza, donde
los temas abordados son mucho más domésticos.
Se entabló así entre ellos una relación tan fraterna
que cuando Carlos se tuvo que ir a la Universidad,
Marcos le hacía la visita a doña Tina para averiguar
qué era lo que le hacía falta.
En una ocasión los dos camaradas se fueron a jugar
una mesa de billar en el barrio Guanuca y al regreso,
cuando pasaban frente al comando, platicaron sobre
la disciplina de los militantes. Marcos sostenía que los
simpatizantes debían ser secuestrados, humillados y
hasta golpeados y sólo los que pasaran esa prueba debían
ser aceptados en la organización, la cual tendría
que ser cerrada.
Pero Carlos protestaba, pues sostenía que eso sería
utilizar los mismos métodos del somocismo. “Eso sería
no tenerle amor a lo compañeros”–, afirmaba. Según
Carlos el amor debía de ser la base de la disciplina de
los militantes. Esta idea se cumpliría a lo largo de la
vida del Frente.
Según Marcos uno de los libros que influyó más
en esta postura humanista de Carlos fue “Reportaje
al pie de la horca” de Julius Fucik, periodista checoeslovaco:
“… Fucik va a denunciar a sus compañeros,
porque lo han amenazado con matar a su madre e
hijos. Entonces escucha el gemido de un preso que se
arrastra y decide no hablar…”. También Viñas de Ira
de Steimbeck, “cuando la mujer le da de beber leche
de su pecho a un dirigente obrero”, cuenta Marcos
Altamirano.
El barrio El Laborío y su plaza fue escenario de
muchas conversaciones entre ambos muchachos.
Esa misma plaza de Laborío nos sirvió de refugio
cuando se gestó la huelga general en el Instituto
como protesta por la mala alimentación que se nos
daba a los internos.
El principal líder de los internos era Francisco Buitrago
Castillo y los externos estaban jefeados por Marcos
Altamirano y Adán Ruiz, quienes sostenían que
había que pedir la destitución del director dándole a la
huelga un carácter político.
La huelga recibía el apoyo total del barrio de Laborío
por el trabajo político que se había hecho en ese
sector. Los boletines del Comité de Huelga eran mimeografiados
en el hospital por un simpatizante.
En los cines, cuando estaban las luces apagadas,
se arengaba al pueblo. Una noche los internos salimos
del colegio y dormimos en casa de Adán Ruiz, frente a
la plaza, la cual fue patrullada por la guardia durante
toda la noche.
Finalmente, Chico Buitrago y Marcos Altamirano
fueron amenazados con la expulsión sin opción a matrícula
en otro instituto.
La huelga terminó y se produjo una división de criterios
entre Marcos y Chico. El periodista Manuel Díaz
y Sotelo visitó en aquella ocasión el instituto por invitación
dé Marcos Altamirano.
La influencia de Carlos seguía presente en el centro,
ya que visitaba a todos sus compañeros y a Marcos
Altamirano, quien con el tiempo llegaría a ser Secretario
General de Juventud Patriótica Nicaragüense.
Carlos se encontraba en Managua, viviendo en
casa de su padre don Fausto Amador, por primera vez.
Nunca conoció lo que fueron los resentimientos y se
llevó muy bien con sus hermanos de padre. También
con la esposa de don Fausto, doña Lolita quien llegó a
tenerle cariño.
A esa casa llegaba a traerlo el poeta Guillermo
Rotschuh,. quien le dio el cargo de bibliotecario en el
Instituto Ramírez Goyena.
Rotschuh fue uno de los intelectuales izquierdistas
que por mucho tiempo se mantuvieron infiltrados en
el Ministerio de Educación Pública, hasta ser purgados
por el último de la dinastía.
En esa época, dice José Ramón Gutiérrez, que Carlos
se contactaba con Tomás Borge ya que ambos fueron
a Juigalpa, a la casa de Rotschuh.
En Febrero de 1956 apareció el número 11 de SEGOVIA,
bajo la dirección de Francisco Buitrago, quien
me había solicitado una colaboración humorística.
En una de las sátiras me refería a la polémica que
se había desatado entre José Ramón Gutiérrez y unas
señoritas profesoras de la ciudad, bastante reaccionarias
por cierto, quienes incluso lo habían llevado a los
tribunales. A Carlos le gustó mucho la sección y un día
que me lo encontré en casa de Moncho me felicitó.
Dijo que yo dominaba bien el género satírico y que
debía seguir cultivándolo. Me recomendó a algunos
humoristas rusos y prometió conseguirme libros.
Amenazas de reelección
Carlos se matriculó en la Universidad Nacional en
1956; cuando el viejo Somoza estaba en plena campaña
reeleccionista. Fue escogido como directivo del
Centro Universitario y pasó a dirigir el periódico oficial
del máximo organismo estudiantil.
Una fotografía en la que Somoza aparecía junto a
Perón, Trujillo y Pérez Jiménez, en la reunión de presidentes
de Panamá, fue publicada por El Universitario.
Vivía en la Casa del Estudiante, que pagaba la Universidad
para los alumnos sin recursos. Allí lo visitaba
Tomás Borge, quien se desempeñaba como corresponsal
de La Prensa y escribía poemas y cuentos para
la Revista Cuadernos Universitarios.
Según dice un pensionista de dicha casa, el Dr.
Gussein, discutían hasta altas horas de la noche sobre
política. Carlos leía sin cesar al extremo de que a veces
no salía a comer. No se sabe si porque la lectura lo
abstraía o porque no tenía dinero. O por las dos cosas.
Víctor Manuel Gussein cuenta que le pagó un mes
de comida en la pensión más barata de León, la que
tenía el sugestivo nombre de “La Bella Lola”, ubicada
frente al mercado.
“Al parecer los fines de semana Carlos se iba a trabajar
a Corinto. Hacía mucho ejercicio físico y era el
único que se podía hacer el “cristo” en el trampolín de
la casa”, afirma Gussein.
Así llegó el 21 de Septiembre, cuando Rigoberto
López Pérez ajustició al viejo Somoza en la Casa del
Obrero de León, desatándose una de las más feroces
represiones que ha conocido la historia de Nicaragua.
Tomás y Carlos fueron detenidos y torturados. Pero
Carlos estuvo solamente un mes preso, no así Tomás
cuya prisión se prolongó.
Tomás y Carlos eran militantes del Partido Socialista
Nicaragüense por lo que al salir éste último, bastante
enfermo, el P.S.N. lo envió a Costa Rica, desde
donde partiría hacia la capital de la Unión Soviética
como delegado Juvenil del Partido al VI Festival Internacional
de la Juventud y los Estudiantes. Así viajó por
varios países socialistas y a su regreso editó un folleto
titulado “Un nicaragüense en Moscú”, que tuvo resonancia
nacional.
Hasta el momento de viajar Carlos de Nicaragua a
Moscú, sólo había llegado a la capital soviética el dirigente
obrero Francisco Bravo.
A través de ese folleto por primera vez daba a conocer
a los nicaragüenses lo que era la Unión Soviética
y predicaba sin temores las bondades del sistema socialista.
La represión no se hizo esperar y Carlos fue
nuevamente detenido y torturado. Después de eso
ya el gobierno de Luis Somoza no lo dejó en paz y en
repetidas ocasiones fue a parar a las mazmorras del
régimen.
A través de su madre Carlos me envió el folleto autografiado
que conservé por mucho tiempo junto a los
ejemplares de Segovia que hoy ilustran este trabajo.
Campaña pro libertad de Borge
En 1957 Carlos organizó una movilización estudiantil
a nivel nacional pidiendo la libertad de Tomás Borge,
todavía detenido desde la muerte del viejo Tacho. Al
instituto de Matagalpa llegó como delegado Enrique
Morazán, quien encabezó diversas manifestaciones en
las calles de la ciudad, las cuales terminaron en casa de
la mamá del dirigente preso.
En 1958 se expulsa a Fonseca Amador del país y
Luis Somoza lo manda en helicóptero a Guatemala,
donde los exiliados le consiguen trabajo en una feria.
A principios de 1959 viajó a Cuba donde se puso en
contacto con el proceso revolucionario que ejercería
determinante influencia en su formación política. Allí
se preparaba para participar en la que después sería
conocida como la invasión de El Chaparral, organizada
por grupos de izquierda que intentaban derrocar
a Somoza.
Es importante subrayar que el primer movimiento
armado en que Carlos participa es el único con carácter
definidamente anti-imperialista que se había dado
en Nicaragua, después de la muerte de Sandino.
En La Habana Carlos tiene oportunidad de darse
cuenta de que “no es oro todo lo que brilla” y que hasta
la capital cubana había llegado toda una gama de personajes
oportunistas y aventureros tanto de izquierda
como de derecha.
Políticos que, aprovechándose de la simpatía que
la revolución nicaragüense despertaba entre los cubanos,
recogían dinero durante el día y por la noche se lo
gastaban en El Tropicana y otros cabarets.
Dirigentes de izquierda como Noel Guerrero y otros
que se paseaban armados hasta los dientes acompañados
de guardaespaldas, y que a la postre fallaron en
el momento en que más se les necesitaba.
Y hombres, en fin, como Chester Lacayo que
habiéndoseles dado toda clase de apoyo por parte
de la Revolución Cubana, se vendieron a la CIA y
organizaron movimientos fantasmas contra Nicaragua
en un intento de inculpar a Cuba para justificar
una agresión a la isla.
Indiscutiblemente, un hombre inteligente y honrado
como Carlos Fonseca, tiene que haberse dado cuenta
de que una revolución debe de hacer un estricto proceso
de selección entre sus cuadros si no quiere fracasar.
– ¿Qué fue lo que pasó con la revolución mexicana?
– me dijo en una oportunidad. Pues cuando tomó el
poder todo mundo se metió al Partido de la Revolución
y entonces hubo mucha corrupción. Los resultados son
muy claros.
En el capítulo correspondiente a la invasión de El
Chaparral se dan datos sobre lo que puede significar la
mala escogencia de los cuadros dirigentes, cuando en
ella influyen sentimientos personales.
Es casi seguro también de que allí pudo observar
con mayor detenimiento a muchos comunistas que se
explayaban en explicaciones teóricas sobre el proceso
nicaragüense, pero quizás eran menos dispuestos que
cualquier no iniciado a aportar un poco de sacrificio
por la revolución popular,
En El Chaparral Carlos se destacó como combatiente;
su leyenda se inició en ese lugar. Casi moribundo
fue trasladado a un hospital de Tegucigalpa de donde
–otro dato que lo retrata de cuerpo entero– se fugó sin
estar totalmente curado y unos amigos le prestaron
atención médica para su convalecencia.
Rigoberto Palma, un viejo comunista que murió
siendo miembro del Comité Central del Partido Socialista
Nicaragüense, habló con nosotros refiriéndose a
ese momento.
Declaraba Palma que él era el responsable por parte
del Partido en el movimiento de El Chaparral y que
Carlos era militante de la organización, pero cuando
ésta ordenó a todos trasladarse de nuevo a Managua
clandestinamente, el joven se negó a ello, pues había
decidido tomar su propio camino.
– “Yo me vine a Managua y él se regresó a Cuba”–
declaró Palma.
Rigoberto Palma, fue un comunista honrado y
afirmaba que en su partido no habían dos militantes
iguales a Carlos Fonseca, a pesar de que tenían
concepciones diferentes acerca de lo que debía ser
la lucha en Nicaragua.
¿Qué razones indujeron a Fonseca Amador a romper
con el partido? No es muy difícil averiguarlo si se toma
en cuenta que en esa época el Partido no tenía mayor
desarrollo orgánico ni un completo dominio del marxismo
leninismo y, en consecuencia, falló en el examen de
la realidad nicaragüense por lo cual no puso el suficiente
interés en integrar a su táctica política la lucha armada
en el contexto de la lucha contra la dictadura.
Carlos Fonseca había puesto en evidencia a aquellos
marxistas que únicamente andaban recitando
a los teóricos, y luego viajaban a la URSS, sin que de
esto saliera ningún provecho para la clase que decían
representar.
Poco después la historia le daría la razón al salir a luz
pública la polémica entre Fidel Castro y los comunistas
venezolanos, y mucho después el encuentro entre el Che
Guevara y el comunista boliviano Mario Monje. Carlos
había clarificado lo que después sería conocido como la
“izquierda tradicional”.

El 23 de julio
El 23 de Junio de 1959 se había producido la masacre
de El Chaparral y ese mismo día se regó el rumor de
que Carlos Fonseca Amador había muerto. Dramáticamente
hizo el anuncio el Br. Manolo Morales en el atrio
de la iglesia La Merced, lo que dio comienzo a una manifestación
que fue disuelta por la guardia frente a la
iglesia El Calvario, en León.
Precisamente ese año en la universidad entrábamos
en calidad de novatos, entre otros, Sergio Ramírez,
Rolando Avendaño Sandino, Julio Briceño, etc.
Habíamos tenido que interrumpir varias veces el
curso por el asunto de Olama y Mollejones y toda la
agitación que se vivía en esos días. Logramos ponernos
en contacto nuevamente con Francisco Buitrago
Castillo, quien estudiaba Odontología y era miembro
del Centro Universitario. Mantenía sus estudios con un
trabajo de laboratorista que había logrado obtener en
Salubridad Pública.
La campaña de agitación estudiantil en protesta
por los compañeros masacrados se prolongó, y sucesivos
actos y asambleas se escenificaron en el local de
la Universidad.
Los más visibles dirigentes estudiantiles como
Alejandro Serrano, Fernando Gordillo, Humberto
Obregón, Manolo Morales, Joaquín Solís Piura, Luis
Felipe Pérez y el mismo Francisco Buitrago se encargaron
de anunciar que en vez del tradicional desfile
de novatos se efectuaría una velada fúnebre y una
manifestación de protesta.
El 23 de Julio de 1959, un mes después de la masacre
de El Chaparral, a las tres de la tarde salimos con
nuestras escarapelas negras del Paraninfo Universitario.
Hablaron en la velada Alejandro Serrano y Rafael
Ugarte, ambos compañeros de casa.
El recorrido se prolongó durante algún tiempo. Nos
encontramos con el batallón Somoza entre la Casa
Prío y la Librería Recalde, viniendo por la Calle Real.
En esa esquina un guardia hizo ademán de introducir
su bayoneta en el pecho de Julio Briceño, y éste, sin
demostrar ningún temor, se abrió la camisa y le dijo:
– ¡Máteme!
La guardia no quería que entráramos al parque,
porque frente a él se encontraba el comando departamental,
y nos fuimos nuevamente a la Universidad
donde la manifestación terminó. Pero, poco antes de
marcharnos, Fernando Gordillo se paró en la plazoleta
del edificio central y dijo que había estudiantes detenidos,
que fuéramos a sacarlos.
Marchamos por la Avenida Central, doblamos por el
parque La Merced y caminamos nuevamente hacia la
Casa Prío, donde fuimos detenidos un grupo que llevaba
la bandera de la UNAN y de Nicaragua. Fuimos llevados
al comando donde estuvimos unos momentos manos
arriba hasta que salió del edificio el coronel Tacho Ortiz,
quien ya seguramente con la orden del Comandante Federico
Prado, ordenó que se nos dejara en libertad.
Entre el club social y la Librería Recalde, detenidos
por un cordón de guardias, nos esperaba el grueso
de la manifestación. Allí estaba Celen Ordóñez, viejo
compañero del instituto y ahora estudiante del Calasanz,
a quien habíamos reclutado hacia pocos momentos
para que engrosara la manifestación. Gonzalo
Alvarado, estudiante del Instituto nos suplicó que le
prestáramos un momento la bandera que tan orgullosamente
exhibíamos. Se la entregamos, y al volver
la cara vimos cómo un oficial lanzaba lo que después
sabríamos era una bomba lacrimógena.
El artefacto estalló tan cerca que me puso totalmente
ciego y sordo, de modo que no escuché los
balazos ni los gritos de los heridos. Corrí a la loca y
me metí en el restaurante El Rodeo. Hasta después
me asomé por la ventana del alto y vi lo que había
sucedido. Entre los heridos, Gonzalo Alvarado había
perdido una pierna y Celan Ordóñez tenía varios tendones
del muslo destrozados.
El curso se interrumpió, las protestas se generalizaron
en todo el país y tras ser detenido después de una
manifestación en Matagalpa, marché a Costa Rica.
* Primera parte del capítulo con el mismo nombre,
del libro Entre Sandino y Fonseca de Jesús M. Blandón.
URL de este artículo : https://filmfonseca.wordpress.com/2013/12/16/carlos-fonseca-como-yo-lo-conoci-por-chuno-blandon/
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